Por: Liliana Ramírez
“Yo creo que Zimmerman (Bob Dylan) gira por aburrimiento, no hay nada que le retenga en casa. Yo tengo mis libros, mi mujer, mis amigos” aseguró Joaquín Sabina hace un par de años en una entrevista, sobre la posibilidad de salir de nuevo a dar conciertos.
Es por eso que con ‘Lo niego todo’ hay esa sensación en el aire de que se está ante un preámbulo de su despedida de los escenarios. Y tal vez ese haya sido el ingrediente para que se desatara una locura por verlo en vivo con la gira de su más reciente álbum. Ha sido una sorpresa para muchos verlo emprender de nuevo un extenso tour que inició meses atrás con cuatro noches llenas en el Auditorio Nacional de México DF, que transcurre actualmente por varias ciudades de España y que se extenderá hasta finales de año con ocho presentaciones en el Luna Park de Buenos Aires.
Entre tanto, estuvimos en una de las cuatro fechas que hizo en Madrid.
Las numerosas referencias a esta ciudad en canciones como ‘Caballo de cartón’, ‘Pacto entre caballeros’, ‘Eva tomando el sol’, ‘Barbi Superestar’, ‘Calle Melancolía’, entre otras, es más que suficiente para ver un concierto suyo tocando de local. Como dicen algunos apartes de ‘Yo me bajo en Atocha’, su clásico de ‘Enemigos Íntimos’: “México me atormenta, Buenos Aires me mata, pero siempre hay un tren que desemboca en Madrid…”, “Pero siempre hay un vuelo que regresa a Madrid…”.
El concierto inició con ‘Lo niego todo’, la canción que da título a su gira, y en la que se desdice de su propia leyenda, por la cual se ha convertido, también hay que decirlo, en un personaje de amores y odios. Continuó con ‘Quien más, quien menos’, ‘Posdata’, ‘No tan deprisa’, ‘Qué estoy haciendo aquí’, ‘Lágrimas de marmol’, ‘Las noches de domingo acaban mal’. Él se dio el lujo de empezar con siete canciones nuevas, una detrás de otra. El público se limitó a escuchar. Aún está sumergiéndose en su nuevo repertorio, el cual fue estrenado en primicia, apenas hace meses, en los altavoces de varias estaciones de metro madrileñas.
En la segunda parte del show, dedicada a interpretar por fin sus viejos éxitos, apareció Leiva quien encajó como la pieza que le hacía falta al rompecabezas. Él es responsable en gran medida de ese Sabina renovado que ahora puede verse en directo.
Escucha la entrevista con Leiva.
El homenaje a Chavela Vargas tuvo una grata coincidencia. Por los meses de junio y julio se estuvo exhibiendo en los cines de Madrid un documental que narra, entre otras cosas, el momento en que ella ofrece ese concierto en la Sala Caracol que termina convirtiéndola en mito. Allí Sabina estuvo presente, se convirtió en su discípulo e inició una amistad musical que derivó en componerle una canción luego de escucharla decir en uno de sus recitales “Yo vivo en el bulevar de los sueños rotos”.
Las demás canciones de la noche fueron las bien conocidas ‘Princesa’, ‘Pastillas para no soñar’, ‘Y sin embargo’, ‘La del pirata cojo’ y otras tantas recurrentes de su catálogo imprescindible. Sabina no hace conciertos para sabineros e interpreta un show que podría ser el mismo de cualquier otra ciudad. Tampoco se molesta en complacer a los seguidores que lo conocen hasta la médula y que preferirían las no muy conocidas de obras maestras como ‘Física y Química’, ‘Mentiras piadosas’ o ‘Esta boca es mía’.
El encanto radica ahora en que con tantos retiros anticipados que le han sido pronosticados, su sola presencia ya hace especial verlo en vivo. Y más, al no encontrarlo en un estado decadente. Ante la duda de qué lo ha motivado a dejar la comodidad de sus libros, su mujer y sus amigos, en la nostálgica letra de ‘Lágrimas de marmol’ de su nuevo álbum, y en la que mejor relata cómo vive su vejez puede estar la clave: “La vida alrededor ya no es tan mía, desde el observatorio de mi casa, la fiesta se resfría…”.
Algunos vamos a un concierto de Sabina por reafirmación, para otros, es a lo mejor una ocasión para introducirse en su obra. Es válido decir también que lo mejor de su música está en otros escenarios cuando sus versos empiezan a encajar como banda sonora personal, o cuando se tiene la coincidencia de vivir en la ciudad que él ha escogido para inspirar sus letras.
“Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal, dónde queda tu oficina para irte a buscar”
“Vivíamos de scuoters en un piso abandonado de Moratalaz”
“Se agarró a un clavo ardiendo por no caer acribillado a besos como un John Lennon
de Lavapiés».
“Extraño como un pato en el Manzanares, torpe como un suicida sin vocación”
“Por la M-30, derrapaba el caballo de la desilusión”
“Con su otoño Velázquez, con su Torre Picasso”
“Que ayer el portero me echó del casino de Torrelodones”
“Por Vallecas, ya nadie la llama Barbi Superestar”
“Vivo en el número siete, calle Melancolía”
“Pongamos que hablo de Madrid”