Sin importar el mes del año en el que se haga Rock al Parque, la lluvia ha sido una de sus fieles acompañantes. Fuera en mayo, julio, octubre o noviembre, parecía imposible evadir el mal clima, como si el festival tuviera un imán para atraerlo. Solo de vez en cuando los rayos del sol iluminaron el Parque Simón Bolívar en las más recientes ediciones del festival, acostumbrando al público a llevar siempre el vestuario para soportar horas seguidas de agua.
El pasado Rock al Parque fue la excepción. Los chilenos de Los Jaivas aterrizaron en una soleada Bogotá, sin creer que los días anteriores el agua había provocado estragos en la ciudad. Ante los asistentes al Teatro Jorge Eliécer Gaitán, brindaron un emotivo recital. “Es el mejor concierto que hemos hecho en Colombia”, dijo bromeando Mario Mutis, uno de los integrantes originales del grupo, ante una sala llena de chilenos y colombianos que lo habían esperado por décadas, tras 60 años de trayectoria sin haber pisado el país.
Los días pasaron y el sol se mantuvo. Desde el sábado y durante el puente festivo, entrar al Parque Simón Bolívar parecía un viaje en el tiempo, cuando el calor sofocaba a los asistentes de camisa negra en las primeras ediciones del festival, en los años 90.
El primer día, no parecieron ser tantos los metaleros asistentes como en los años anteriores, ni los mismos. Las hipótesis lanzadas por los expertos en el género musical son que este año no hubo tanto black ni death metal y el grupo más reconocido que debutaba era In Flames de Suecia que, en su momento, los noventa, conquistó oídos de un público más amplio y menos radical, menos vestido de negro. Por eso, faltaron los fanáticos del metal más extremo.
Los otros dos días evocaron también las viejas épocas. El sonido aún por pulir de algunas de las agrupaciones distritales, más los clásicos del ska latinoamericano que solían convocar a las multitudes y las propuestas experimentales atrajeron al parque a nuevos públicos y a bogotanos que llevaban años sin asistir al parque. Combos de ‘cuarentañeros’ estuvieron frente al imponente show de la española Ana Curra -ligada a la icónica movida madrileña-, una población que hizo presencia de nuevo en Rock al Parque, tras un largo rato de preferir ver el festival por televisión para evitar jornadas extenuantes y frías al aire libre.
Un momento memorable fue el del show de LosPetitFellas, quienes llamaron una nueva generación -y tal vez algo de público diferente- al parque y recordaron aquellas propuestas que sorprendían por su originalidad cuando aparecían en las tarimas de Rock al Parque. Por un instante, las reacciones del público parecían las que en su momento lograron los ya desaparecidos Los Tetas de Chile o, incluso, los argentinos de Illya Kuryaki & The Valderramas, que atraían miles de jóvenes por su novedosa música, cuando no había redes sociales y los públicos alternativos se formaban gracias a MTV, a las revistas independientes o a la Radiodifusora Nacional de Colombia. Esta vez fueron ‘los Fellas’ los que hicieron prender miles de luces de celulares y, conmovidos con la respuesta por parte del público, lograron una profunda conexión con ese instante, que recordarán por siempre.
También hubo lugar para los conciertos de propuestas diversas como las de los chilenos Javiera Mena o Matías Aguayo, y la de los mexicanos de Sonido Gallo Negro, que evocaron aquellas sensaciones que en 2001 provocaron sonidos como los de los mexicanos de Kinky, Sussie 4 o Nopal Beat, cuando la electrónica latinoamericana se empezó a incluir en el festival, contra la voluntad de los puristas y los rockeros radicales, que más de 20 años después aún se oponen a que propuestas como estas sean incluidas en el evento.
Entre las sorpresas nacionales estuvieron los clásicos de Medellín Los Árboles, las originarias de Pasto (sur de Colombia) Las guaguas del punk o los bogotanos de La Real Academia del Sonido, que sobrepasaron las expectativas de asistencia en sus presentaciones y mostraron la existencia de los diferentes nichos de la música hoy día. Asimismo ocurrió con los españoles de Carolina Durante o los mexicanos de Daniel, me estás matando, cuyas canciones fueron coreadas por cientos de fervientes seguidores.
Rock al Parque es un evento público que fue creado originalmente para destacar a los grupos locales, por lo que es importante resaltar dos actuaciones. Una es la del grupo Armenia, que rápidamente se ha hecho a una gran fanaticada entre los más jóvenes, y la otra es la de LaTenaz, con su propuesta de ‘rock arrabalero’, protagonizada por la fuerza de la voz de Tana Vallejo, una artista que ha acompañado el sonido bogotano desde la escena alternativa las últimas dos décadas.
Otra presentación clave del festival fue la de Aterciopelados. Aunque cuando su participación fue anunciada abundaron los comentarios negativos en redes sociales, reclamando oportunidades para nuevos artistas, allí, en vivo y en directo, se demostró una vez más que los haters virtuales no son el público real. Tal vez las críticas se dieron porque no se explicó a tiempo que los ‘atercios’ estarían allí con un repertorio especial, el de su álbum El Dorado, y no con una presentación habitual. Ante los aplausos y, como en LosPetitFellas, las luces cubriendo toda la plaza del Parque Simón Bolívar, se hizo evidente, de nuevo, que Andrea Echeverri es la figura más carismática del rock colombiano. Es indiscutible.
Sin lluvia, miles de aficionados al reggae, el ska y sus parientes musicales cercanos volvieron también al parque, como en los viejos tiempos, a disfrutar de Javier Alerta, Los Auténticos Decadentes, Los Pericos, Salón Victoria, Los Calzones y Tijuana No. Un momento mágico pudo haber sido el de Julieta Venegas haciendo una aparición en Pobre de ti, pero no ocurrió. Eso sí, la mexicana recordó en su concierto la importancia de Rock al Parque en su carrera, ante miles de personas felizmente estrujadas de poder ver gratis a la ahora gran estrella pop.
Entonces, los momentos mágicos o al menos cautivantes no los proporcionaron solamente los artistas más famosos y estuvieron también en las presentaciones de debutantes en el Simón Bolívar. Las puestas en escena de los venezolanos de La Vida Boheme y de la argentina Malirina Bertoldi fueron un poco más allá de las canciones.
Henry D’Arthenay encarnizó su personaje de frontman en tarima, que excede al de un cantante común por su vigor y teatralidad, y convirtió el concierto en un performance, de la mano de la interpretación musical impecable de sus compañeros en escena. Con sus overoles amarillos, mientras una nube gris intentaba sin éxito opacar el sol, los integrantes de La Vida Boheme por fin pudieron estar en el tan anhelado festival, para el cual intercambiaron su típica canción de cierre La vida mejor por un oportuno tema, como si hubiera sido compuesto para ese momento. Con Acción (o decreto de guerra a muerte a los traidores del rock latinoamericano) se despidieron de Rock al Parque.
En la noche, frente a un público más discreto pero apasionado por su primera aparición en Colombia, Marilina Bertoldi se presentó con un set en el que hizo gala de sus habilidades artísticas y su hambre por explorar los matices de sus distintas canciones, a veces en la guitarra y otras en la batería. Mientras las multitudes bailaban ska en el final del festival, hablamos con ella y le dimos nuestro cierre a la edición 27 de Rock al Parque.